No fue
un piloto laureado, pero su fallecimiento pone el punto y final a la generación
de los pilotos que participaron en el primer mundial de Fórmula 1. Un adiós tan
entrañable como aquel de Rafael Alberti que cerró la generación del 27, una de
las grandes de la literatura española. En resumen, que nos deja el último
piloto que permanecía en este mundo habiendo participado en la primera edición
del mundial de Fórmula 1 allá por 1950.
A sus
97 años, se va un contendiente que a lo largo de su vida sumó dos podios en el
lado más bajo del cajón y dos cuartos puestos como mejores resultados en la
máxima categoría. Uno de los mencionados podios lo logró en las legendarias 500
millas de Indianápolis, puntuables por aquel entonces para el mundial de
Fórmula 1.
Aunque
como se ha mencionado no era un clásico en cuanto a resultados, a buen seguro
que le recordarían en el equipo Gordini, con el que disputó sus siete
temporadas en la Fórmula 1 a excepción de una prueba con Ferrari donde no pudo
clasificarse para el Gran Premio de Suiza.
Por las
diversas páginas web costará encontrar información sobre él, ya que se vio
eclipsado por la primera gran hornada de los Froilán González, Ascari, Fangio,
Farina, etc. Pero sí un año antes de esta fecha en la que nos ha dejado ha
concedido una entrevista con palabras reveladoras como era su pasión por los
coches, el no ser un niño típico que iba a jugar con los demás por su devoción
en los asuntos de mecánica. Su interés entonces por la competición era nulo
hasta que probó suerte en la Copa de los Alpes de 1946 ganando a los grandes
nombres favoritos como Dalahaye, Talbot, Salmson, etc. Sin duda, todo un
bombazo que le animó a continuar en el mundo de la competición hasta que el
equipo Gordini le ofreció correr para ellos años antes de crearse la Fórmula 1.
Un coche un tanto inseguro en el que sintió miedo e incluso llego a plantearse
su marcha a Lancia, algo que después no se produjo.
Durante
aquellos años, desarrolló una profunda relación de amistad con Maurice Trintignant,
al que salvó la vida arrastrándole inconsciente por la pista después de su grave
accidente con Raymond Sommer haciéndole un héroe del motor al nivel de un
Ayrton Senna que salvó la vida a Erik Comas o cómo no; Harald Ertl, Guy Edwards y Arturo Mezario
sacando a Niki Lauda de su Ferrari envuelto en llamas en el cacareado Gran
Premio de Alemania en 1976. David Purley también merece entrar en este club de
héroes aunque sus esfuerzos por salvar a Roger Williamson fueron estériles.
Mónaco,
curiosamente es historia de muchas heroicidades, y para Robert Manzón no iba a
ser excepción. Salir el último por no poder participar en las clasificatorias y
en la tercera vuelta ser líder con aquel modesto coche le hizo sentir henchido
de gloria. Más aún cuando la cabeza la logró sobrepasando a Stirling Moss, otra
de las leyendas de este deporte. Finalmente ganó a pesar de que la prueba no
era puntuable para el campeonato, aunque el orgullo no se lo quita nadie en una
prueba extenuante, en la que se demuestra que eran otros tiempos al poder coger
una botella de agua que le ofreció un espectador y bebérsela para reponer fuerzas
amén de combatir la deshidratación.
En su
longevidad, también se ha mostrado crítico con la actual Fórmula 1, afirmando
que le interesa menos por haber tomado la técnica demasiada importancia así
como los cambios de neumáticos. Se nota
y mucho que su época era otra y allá donde esté, a buen seguro que se ha
llevado muchos recuerdos, días de gloria e infortunio, críticas, lágrimas,
risas, etc. Descansa en Paz.
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