La
carrera de Pedro de la Rosa ha sido amplia en la Fórmula 1. Y si de algo no le
podemos acusar es precisamente de conservadurismo aunque en ciertas ocasiones
haya podido dar imagen de acomodo. De hecho, habría que llevar la vista atrás
para darnos cuenta de los palos que ha sufrido precisamente por tomar esos
riesgos. Dejó en su día su acuerdo con Repsol porque quería embarcarse en un
proyecto ambicioso como era el de Jaguar, quería sentirse piloto por sus manos
y no por chequera o patrocinadores a sus espaldas. En definitiva, buscaba
zafarse de esa imagen de piloto de equipo modesto o tester en una
mediana-grande por muy paradójico que suene decir esto.
En aquel año, las opciones que barajó (Prost y Jaguar) eran cada cual más errónea. A la luz apenas habían salido los problemas que atravesaban las dos escuadras y entonces Pedro decidió vestirse de verde, un proyecto de cara ambicioso y cómo darle un no a un Niki Lauda que casi dos años después le clavó un puñal en forma de despido.
En aquel año, las opciones que barajó (Prost y Jaguar) eran cada cual más errónea. A la luz apenas habían salido los problemas que atravesaban las dos escuadras y entonces Pedro decidió vestirse de verde, un proyecto de cara ambicioso y cómo darle un no a un Niki Lauda que casi dos años después le clavó un puñal en forma de despido.
Por
extraño que suene, irse a Mclaren fue una decisión correcta aunque pareciera lo
contrario. Supo ganar protagonismo por encima de Wurz y gracias a esa decisión
le vimos en el segundo escalón del podio de Hungría. Sólo la felicidad de ese
día, el adelantamiento a Schumacher y el demostrar que podía estar a la altura
de Kimi Raikkonen eran suficientes para verle de probador en Mclaren. Su rol ahí
era fuerte, con Merchandising inclusive, un equipo que le volvió a abrir las
puertas después del fiasco de Sauber, un equipo que puede que se equivocara con
la incomprensible decisión de fichar a Kovalainen en 2008 buscando fuera lo que
tenía en casa. Pero Pedro era valorado en Mclaren, casi me atrevo a decir que
los dos sitios donde consiguió mayor cariño fueron Mclaren y HRT.
En la
citada HRT tenía dos años de contrato, y al contrario que Carabante y el infame
Colin Kolles, Luis Pérez Sala antepuso su experiencia para liderar el proyecto
sin exigirle cantidades desorbitadas en euros. Lástima que el proyecto se
derrumbó y De la Rosa buscó acomodo en Ferrari. Parecía una decisión coherente
y cabal rechazando otro regreso a Mclaren. ¿Realmente tenía ilusión por
vestirse de rojo o sentía coraje de pisar Woking por tercera vez después de
irse en dos ocasiones? Eso habría que preguntárselo a él, pero el orgullo de
decir que había formado parte de las dos escuderías más importantes de la
historia también era digno de mención. Lástima que su rol en Ferrari no fue de
tanto peso como en Mclaren, lástima que haya sido una víctima más del “sin
rumbo” tomado con los diversos cambios de dirección, personal despedido, etc en
busca de responsabilidades sin depurar por deficientes monoplazas. Nunca se
podría encontrar objetos de Pedro de Ferrari como sí se podían adquirir en
Mclaren.
Su despedida de Ferrari por la puerta de atrás, sin un comunicado de su departamento de prensa que nos oficialice que el de Cardedeu se encuentra en busca de otros proyectos son el fiel reflejo de que nunca tuvo un gran peso en Ferrari, que fue perdiendo protagonismo hasta no viajar a los Grandes Premios. Y sobre todo, su marcha de Ferrari ha sido una durísima bofetada de realidad para sus seguidores, quienes en su foro oficial algunos confiaban en un volante para él y se encuentran que ya es un imposible hasta conseguir algo como reserva, al menos en una de las grandes. Ha sido la caída en picado de un caché por culpa del enésimo equipo que no supo valorar su trabajo, que hemos pasado de ver a un piloto capaz de ser importante en una grande y perfectamente válido en un equipo de zona alta a observar cómo las ofertas se hacen de rogar o peor aún, pueden ser una quimera.
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