lunes, 2 de mayo de 2016

Otro primero de mayo, otra vez sin Senna

La curva Tamburello, lugar en el que Senna perdía la vida, se erige como el lugar elegido para la colocación de una estatua como mejor homenaje. 22 años después, este punto de Imola sigue siendo lugar que muchos quieren observar y visitar.

En este primero de mayo, las redes sociales vuelven a inundarse de fotos de Senna, volvemos a revivir sus hazañas mediante vídeos en la red y para muchos es el mejor piloto de todos los tiempos. Quizás esa afirmación pueda ser más discutible cuando Juan Manuel Fangio, con vehículos realmente precarios, se proclamaba pentacampeón con otra gran generación de pilotos en pista como Alberto Ascari, Luigi Fagioli, “Nino” Farina o Froilán González. Metiéndose pilotos como Mike Hawthorn o Stirling Moss como algunos de los sucesores británicos a estos duelos italo-argentinos que se producían en el génesis de la Fórmula 1.

Cuando coincidían en entrevistas o en eventos, era bonito ver juntos a Fangio y Senna compartiendo vivencias de dos pilotos que merecen como mínimo, ser parte del top 5 histórico de este deporte. A Fangio se lo llevó la propia naturaleza en su ancianidad en 1995, habiendo vivido una vida intensa y con todos los logros realizados. A Senna o al apodo originario de Magic (y no el que tratan de colocarnos otros periodistas) nos lo arrebató la maldita curva Tamburello en Imola.

Las causas reales por las que Senna perdió la vida siguen siendo una incógnita. Muchos somos totalmente partidarios de la teoría de la barra de dirección, pero quizás Sid Watkins, médico y amigo personal que le atendió en esos últimos momentos en los que su “alma había partido” se llevó consigo el más preciado de los secretos.  Tal vez, cuatro horas más tarde, al conocer la noticia, Sid Watkins quedaría probablemente perturbado cuando un día antes de su accidente fatal, y consternado el paulista por el accidente mortal de Roland Ratzemberger, le sugería dejarlo todo e irse a pescar juntos.

Al principio, el accidente no tenía visos de gravedad y todo se centraba en lo meramente deportivo. ¡Maldita sea!, tercer cero consecutivo y el título empieza a tener el nombre de Michael Schumacher. Ese pensamiento se desvaneció al ver a los médicos atenderle, hacerle una traqueteomía de urgencia mientras le tapaban su cara con el fin de evitar el horror y el morbo de los allí presentes. El helicóptero que le transportaba al hospital Maggiore de Bolonia era el más veraz diagnóstico sobre la gravedad de sus heridas, confirmadas en las primeras horas por el equipo médico que se enfrentaba a la más difícil de las misiones.


Ahora, 22 años después, y volviendo a ver todo, un servidor que escribe estas líneas lo hace desde la impotencia la ver como otra vez más, el maldito dinero primó sobre todo y cómo Senna vio el final prematuro a su vida en un Gran Premio que probablemente nunca debió disputarse tras la muerte de Ratzemberger. 

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