La curva Tamburello, lugar en el que Senna
perdía la vida, se erige como el lugar elegido para la colocación de una
estatua como mejor homenaje. 22 años después, este punto de Imola sigue siendo
lugar que muchos quieren observar y visitar.
En este
primero de mayo, las redes sociales vuelven a inundarse de fotos de Senna,
volvemos a revivir sus hazañas mediante vídeos en la red y para muchos es el
mejor piloto de todos los tiempos. Quizás esa afirmación pueda ser más
discutible cuando Juan Manuel Fangio, con vehículos realmente precarios, se
proclamaba pentacampeón con otra gran generación de pilotos en pista como
Alberto Ascari, Luigi Fagioli, “Nino” Farina o Froilán González. Metiéndose
pilotos como Mike Hawthorn o Stirling Moss como algunos de los sucesores
británicos a estos duelos italo-argentinos que se producían en el génesis de la
Fórmula 1.
Cuando coincidían
en entrevistas o en eventos, era bonito ver juntos a Fangio y Senna
compartiendo vivencias de dos pilotos que merecen como mínimo, ser parte del
top 5 histórico de este deporte. A Fangio se lo llevó la propia naturaleza en
su ancianidad en 1995, habiendo vivido una vida intensa y con todos los logros
realizados. A Senna o al apodo originario de Magic (y no el que tratan de
colocarnos otros periodistas) nos lo arrebató la maldita curva Tamburello en Imola.
Las
causas reales por las que Senna perdió la vida siguen siendo una incógnita.
Muchos somos totalmente partidarios de la teoría de la barra de dirección, pero
quizás Sid Watkins, médico y amigo personal que le atendió en esos últimos
momentos en los que su “alma había partido” se llevó consigo el más preciado de
los secretos. Tal vez, cuatro horas más
tarde, al conocer la noticia, Sid Watkins quedaría probablemente perturbado
cuando un día antes de su accidente fatal, y consternado el paulista por el
accidente mortal de Roland Ratzemberger, le sugería dejarlo todo e irse a
pescar juntos.
Al
principio, el accidente no tenía visos de gravedad y todo se centraba en lo
meramente deportivo. ¡Maldita sea!, tercer cero consecutivo y el título empieza
a tener el nombre de Michael Schumacher. Ese pensamiento se desvaneció al ver a
los médicos atenderle, hacerle una traqueteomía de urgencia mientras le tapaban
su cara con el fin de evitar el horror y el morbo de los allí presentes. El
helicóptero que le transportaba al hospital Maggiore de Bolonia era el más
veraz diagnóstico sobre la gravedad de sus heridas, confirmadas en las primeras
horas por el equipo médico que se enfrentaba a la más difícil de las misiones.
Ahora,
22 años después, y volviendo a ver todo, un servidor que escribe estas líneas
lo hace desde la impotencia la ver como otra vez más, el maldito dinero primó
sobre todo y cómo Senna vio el final prematuro a su vida en un Gran Premio que
probablemente nunca debió disputarse tras la muerte de Ratzemberger.
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