Ricciardo presionó a Rosberg en los giros
finales y amenazó su victoria (FOTO:www.gpudpate.net)
Singapur, la carrera nocturna por excelencia.
Esa que pone cada año a prueba la resistencia física de los pilotos y mecánica
de los monoplazas, esa en la que hay apuestas de cuántos safety car saldrán
aunque en esta ocasión únicamente hemos tenido el de la salida por el choque
entre Hulkenberg y Sainz en el que nuevo Max Verstappen vuelve a estar en el
ojo del huracán. Aquí, de nuevo la organización volvió a fallar ante lo
inadmisible de ver a un mecánico jugándose el bigote para retirar restos del
Force India habiendo dado Charlie Whiting una temeraria bandera verde a la vez
que en otras ocasiones nos priva de pruebas en lluvia.
Prueba sobre raíles en general. Vettel no se
despeinaba para remontar, Alonso ponía al Mclaren una vez más en un sitio más
alto que la mecánica le permite y nos divertíamos con la pelea entre Verstappen
y el renacido Kvyat. Ahí había algo más que puntos en juego, el honor pesaba en
demasía para un ruso que en su buen hacer, anteponía sus intereses y un posible
futuro contrato a los de ese equipo que en su momento le degradó y vilipendió
destronándole a favor de Max. Muchos nos hemos congratulado por el bueno de
Daniil, vengándose en plato frío de aquellos que le dieron patada.
Aún con la victoria de Mercedes, otra vez han
sufrido con los frenos en un trazado
exigente y se veían obligados a ser conservadores así como a saber gestionar
esta situación. Y “amarrateguis” en
exceso fueron los Ferrari, regalándole a Hamilton un podio que tenían en la
mano.
Quién no pecó de conservadurismo precisamente
fue Red Bull y en concreto Ricciardo. Carrerón para quitarse el sombrero del
australiano, lanzándose a la victoria con un último stint de blandos
levantándole dos y tres segundos por vuelta a Rosberg. En la última vuelta
llegó, pero faltó otra para ese rebufo y observar pelea real por el triunfo
final.
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