Damon Hill, que portó en 1994 el número 0, pasó sus primeros años en
Williams a la sombra de grandes estrellas antes de que el trágico desenlace de
Ayrton Senna le obligara a coger los galones en Grove.
Procedente de la Fórmula 3000,
llegaba en 1992 al equipo Brabham.
Una escuadra legendaria que vivía unos tiempos muy complicados y que le daba su
primera oportunidad después de que Giovanna
Amati no pudiera cumplir sus compromisos en forma de patrocinadores. Clasificaría
para correr en Alemania y Hungría antes de dar el gran salto a Williams.
Sin apenas experiencia y sin resultados que le avalaran aterrizaba en el equipo
referencia para cubrir la vacante que dejaba Nigel Mansell. En ese 1993 habría de vivir a la sombra de Alain Prost
sin que ello le privara de su primera victoria en la categoría Reina. Llegó en
Hungría, aprovechando el naufragio de los cocos. Bélgica e Italia serían
testigos de otras subidas a lo más alto del cajón.
Prost dejaba la Fórmula 1 con el título bajo su brazo, y Williams
por fin conseguía el fichaje de Ayrton
Senna para sustituirle. De nuevo Hill quedaba condenado a ser ese segundo
piloto que se limitara a sumar puntos para el campeonato de constructores y
ayudar a su jefe de filas. Pero en Ímola, con la trágica muerte de “Magic”, el
Williams con el anecdótico número cero se vería obligado a hacer de jefe del
equipo y en Grove así confiaban en él cuando el vacío de Senna intentaban
llenarlo con el debutante David Coulthard. Aunque las tres primeras pruebas
eran un toma y daca entre Senna y Schumacher, sin el paulista todo parecía de
cara para el alemán. Por lo que Hill debería esforzarse, remontar y así lo
hizo. Aquella prensa y afición británica
que dudó de él quedó en el silencio de su no razón al ver que precisamente
en Silverstone el bueno de Damon comenzaba a cabalgar a la caza y captura de El
Kaiser. Tanto es así que en Adelaida ambos se jugarían el título, que se decantó en favor de Michael por una de
sus maniobras más polémicas buscando esa colisión que dejara fuera a Hill y
le hiciera obtener su primer cetro. ¡Así no Michael! Tocaba pensar.
Aquel choque de Adelaida fue el
preludio de una gran rivalidad entre los
dos y la antesala de otros choques entre ambos que no impidieron a Michael
Schumacher ganar su segundo título consecutivo.
Llegaba 1996 y Michael Schumacher
había dejado Benetton para enrolarse en Ferrari con la meta de devolver a los
del “Cavallino” donde hacía dos décadas que no llegaban. Por lo que quedaba
cuasi descartado para el título y en el box de al lado aparecía un incómodo Jaques Villeneuve. El hijo
de Gilles, el llegado de América sin necesitar fase alguna de aprendizaje
logando la pole en su debut en Melbourne. El británico no se amilanó ante el poderío del
canadiense. Más bien se creció, ganó ocho carreras y gracias a eso decoraba la
vitrina con su primer y único título.
Se convertía por aquel entonces en el primer
hijo de campeón del mundo en vencer (su padre Graham se proclamó ganador en
1962 y 1968) hasta que Rosberg hizo lo propio en 2016.
Las relaciones entre Hill y Williams no pasaban por su mejor momento,
y a final del año 96 separaron sus caminos. Se confiaba en el talento emergente de Villeneuve y por tanto no
vieron a Damon como una pieza clave a pesar de abandonar Grove campeonato en
mano. Su decisión más sorprendente fue la de fichar por un equipo poco
competitivo como Arrows. El papel de
Hill con su nueva escudería se tornó en notable aupándose al segundo puesto (primer y único podio de Arrows en su
historia) en Hungría. Algo que probablemente le supo a poco cuando cabalgaba
líder y perdió esa posición por problemas mecánicos.
La aventura de Hill en la
escuadra motorizada por Yamaha duró un año, justo lo que tardó Eddie Jordan en ofrecerle uno de sus monoplazas
amarillos. Ahí también supo lo que es vencer en el caótico Gran Premio de
Bélgica antes de pasar más discretamente por una temporada 1999
que sería la de su retiro por falta de motivación y ser ensombrecido por el que
precisamente se erigiera como su
sustituto en Williams, Heinz Harald-Frentzen.
Después de su retiro, Hill ha
seguido muy de cerca en el mundo del motor, tanto como comentarista en Sky
Sports como ostentando la presidencia de la Asociación Británica de Pilotos.
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