miércoles, 8 de enero de 2014

El gran duelo del que nos privó el destino

Ahora toca echar la vista atrás y lamentarnos de lo que la Fórmula 1 nos pudo ofrecer y el destino nos impidió disfrutar. Hablamos de lo que pudo ser un duelo de época como el que debían protagonizar Ayrton Senna y Michael Schumacher. Dos leyendas y dos pilotos que a día de hoy generan divergencias sobre cual de ellos fue el mejor de la historia con permiso de los Juan Manuel Fangio, Niki Lauda o Alain Prost. Y precisamente con este último Senna había conocido su particular némesis, esos enemigos íntimos que se necesitaban para vivir por mucho que el francés no quisiera ver a Ayrton de nuevo como compañero de fatigas. Y es que con la retirada de Alain Prost en 1993, Michael Schumacher se postulaba como el nuevo gran rival de Magic. Sí, hablamos de ese que debutaba en el Gran Premio de Bélgica en 1991 sin poder arrancar su Jordan para que acto seguido Flavio Briatore le echara el ojo y llevarle a Bennetton. Ese mismo Michael Schumacher que en 1992 ya fue tercero en el campeonato que insultantemente dominó Nigel Mansell y su característico bigote mientras que en 1993 hacía un año similar para finalizar cuarto como preludio al primero de sus siete títulos.

Senna y Schumacher, por esos años, ya libraron algunos duelos en pista que circulan por la red para los interesados. E incluso ambos colisionaron en el Gran Premio de Francia de 1992 provocando una pequeña discusión. Pero el año que debía ser el de vibrar fue el de la tragedia de Ímola que costó la vida a "Magic" Senna. En las clasificaciones se observaba igualdad entre ambos así como una superioridad aplastante sobre el resto de contrincantes. Ayrton Senna borraba con su calidad la presencia de Damon Hill en Williams y el Kaiser hacía lo propio con JJ Letho. Ambos, a similitud de los demás, contemplaban las diferencias de más de un segundo que los dos podían llegar a tener. Aunque a Senna, incómodo en un Williams inestable, se le torcía el inicio del mundial con dos abandonos que contrastaban con las sendas victorias de Schumacher. Todo antes de llegar al fatídico Gran Premio de San Marino. Ahí Senna hacía la 65 pole de su carrera y guardaba una bandera austriaca bajo su asiento para homenajear a Ronald Ratzemberger, fallecido el día anterior durante la sesión de clasificación. Un hecho que perturbó a Senna hasta el punto de no querer correr y tener malas sensaciones a la vez que confiaba en ganar. Y de hecho, hasta la séptima vuelta del accidente mortal, Senna mantenía a raya a Schumacher rondando las diferencias entre seis décimas y el segundo. Y es que esas siete vueltas no sólo fueron las últimas de Senna dentro de nuestro mundo, sino que fueron siete vueltas que demostrarían lo que habrían de depararnos los años venideros en las pistas con estos dos bravos pilotos. Porque no lo dudemos, a Senna le quedaba cuerda para rato y Schumacher empezaba a vivir su gran apogeo. ¿Nos dejó Tamburello sin un tú a tú entre los que probablemente son los dos mejores pilotos de todos los tiempos?

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