domingo, 5 de octubre de 2014

Cuando lo deportivo es lo de menos

Sencillamente, esta es de esas veces que apenas apetece dedicar unas líneas para analizar lo que ha ocurrido en un Gran Premio donde desde el principio algo parecía querer impedir que se trataran temas exclusivamente deportivos. Poco importa si el tifón quita protagonismo a los pilotos o que la noticia bomba de Sebastian Vettel abandonando Red Bull eclipse la pole de Nico Rosberg o el camino de un doblete más de Mercedes. Pero que tener que hablar de un accidente que tiene en vilo a toda la Fórmula 1 y por ende a todo el mundo del motor es algo que no nos gusta a nadie.
La verdad, pocos ánimos hay de analizar estrategias, rendimientos altos y bajos, errores o aciertos, etc cuando todos estamos pendientes de la vida de un piloto que además se erigía como uno de los más prometedores de cara al futuro y que algunos ya exigíamos como piloto Ferrari en lugar de Kimi Raikkonen.

 Todo se ha truncado para Jules Bianchi, quien tras suspenderse la carrera en Japón inició otra particular, que es la lucha por su propia vida. Ahora pilota por el mayor triunfo que jamás debe conseguir después de que el infortunio parezca haberse cebado con el equipo Marussia. Ya que a todos nos viene a la mente lo que le ocurrió a María de Villota.

Adrian Sutil fue el damnificado por el que se sacó la grúa maldita. Él ha declarado que tal vez la prueba debió pararse antes y quizás fuera así pero no por las condiciones de pista, sino por la imposibilidad de que el helicóptero volara. Dado que el resto es simplemente un cúmulo de desdichas como es salirse de pista justo en ese punto y empotrarse contra la grúa en lugar de ser frenado en otro lugar aledaño.

Son sucesos poco probables que ocurran y más en una competición que ha avanzado a pasos agigantados en materia de seguridad.  Pero aunque no lo queramos ver, el riesgo siempre está ahí. Lo único que podemos hacer ahora es mandar toda la fuerza y energía positiva a Jules Bianchi en esta batalla que ahora libra y de la que ojalá salga vencedor. 

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