jueves, 6 de noviembre de 2014

18 carreras, miles de km y una curva.

Si contamos con que cada Gran Premio de Fórmula 1 supera los 300 Km de distancia podemos hablar perfectamente de que la distancia total del campeonato de 2008 se aproxima a los 6.000 km a recorrer. ¿Mucha tela verdad?, pues por ello toca darle unas líneas a lo ocurrido en Interlagos en 2008. Allí bastaron 800 metros y una curva para decidir un mundial y dejar la emoción en todo lo alto antes de que en 2009 hubiera un cambio radical en el reglamento técnico.

Ese Gran Premio de Brasil 2008 nos dejó claro que el Gran Circo no necesita insulsos tilkódromos donde cada uno se asemeja más al siguiente, sino que busca esos circuitos con personalidad y desniveles como es el Autódromo Carlos Pace en el que se podría decir que se vivió uno de los mejores finales de la historia. Necesitábamos igualdad, nos la dio un Felipe Massa que iba a por todas y un Hamilton conservador que traía la lección aprendida de perder absurdamente una corona que parecía suya en 2007. Nos la dio un emergente Sebastian Vettel que se erigió en juez y parte y nos la dio la lluvia para poner a prueba los corazones más sensibles y las manos con más pericia.

En las tres últimas vueltas Massa lideraba y la carrera la tenía en el bolsillo. Hamilton aguantaba la quinta plaza que le valía para ser campeón sin rodar cómodo, puesto que el Toro Rosso de Sebastian Vettel ya le acosaba terminando por adelantarle ante la maniobra de Robert Kubica al desdoblarse. Ahí era entonces Massa campeón y Hamilton, por más que iba a la estela de un piloto que ya estaba a las puertas de cuatro mundiales seguidos, no podía con él. Incluso tenía que contravolantear para mantener el monoplaza sobre lo negro demostrando que forzaba, que iba a tope para recuperar esa posición que le faltaba.


En el último giro era prácticamente evidente que Hamilton no adelantaría a Vettel y Massa vio la bandera a cuadros siendo campeón durante unos segundos. Los necesarios para que apareciera la figura de un Timo Glock extremadamente lento por no calzar los neumáticos de lluvia. Vettel y Hamilton daban cuenta de él en la última frenada y pocos se percataban de que el británico era entonces campeón. Incluso en los boxes se observó una imagen insólita, inédita y que probablemente no volveremos a ver. Ferrari y Mclaren celebraban a la vez el título pensando que sus pupilos eran vencedores. Los de Maranello se dieron cuenta y pasaron de la euforia a las caras largas en probablemente un cruel final para Felipe Massa. Con epílogos así, y como bien dice De la Rosa en la retransmisión, “Así se escribe la historia”.

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